El ataque se da en un momento en el que Kiev busca fortalecer su posición para forzar a Moscú a acceder a unas negociaciones reales.
Para analistas y políticos ucranianos, la operación, en la que fueron destruidos o dañados más de 40 bombarderos estratégicos, es una profunda humillación para el Kremlin, con significativas consecuencias militares y políticas.
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